La parafernalia de los cien días

Por: Andy Ibarra Ustariz
Antes de ejecutar el gobernante debe planificar, por esa y otras razones hago parte de los ciudadanos que observa con escepticismo las ceremonias y actos públicos realizados por los mandatarios con ocasión de los primeros cien días de gobierno. No creo en la parafernalia que se ha creado en torno al acontecimiento, es más, me resulta inevitable pensar que el trasfondo mágico del suceso está más asociado a la hermosura de un simple número (100) y no tanto a la posibilidad real de evidenciar los primeros resultados de una gestión pública.



La planificación económica, social y ambiental es un instrumento eficaz para el direccionamiento de la función administrativa, por ello, la adopción de los planes de desarrollo de las entidades territoriales son de importancia medular en procura de garantizar el uso eficiente de los recursos y el desempeño adecuado de sus funciones en beneficio de la población. Sin haberse aprobado los planes de desarrollo, no hay razón para que los primeros cien días de gobierno se dé en medio de bombos, platillos, lágrimas y autoflagelación, salvo que continúe -como en efecto lo creo- la hojarasca política y las peloteras entre victoriosos y derrotados.

La situación es clara: el Gobernador y los Alcaldes a más tardar dentro de los dos (2) meses siguientes a su posesión deben presentar a los consejos territoriales de planeación el documento consolidado del proyecto de Plan de Desarrollo, éstos en tan sólo un mes deben formular las recomendaciones del caso, previa verificación de la coherencia del Plan presentado con el Programa de Gobierno que registró como candidato el Alcalde o Gobernador electo (Artículo 39 de la Ley 152 de 1994). Posteriormente, los Planes son sometidos a la consideración de la Asamblea o Concejo quienes deben decidir sobre el mismo dentro del mes siguiente a su presentación y si transcurre ese lapso sin adoptar decisión alguna, el Gobernador o alcalde puede adoptarlo mediante Decreto (Artículo 40 de la Ley 152 de 1994).

En virtud de lo anterior, mirando los términos o plazos señalados, es evidente que a los cien días de gobierno ni siquiera se tiene definida y aprobada la “hoja de ruta” que servirá de guía para que el gobernante emprenda su viaje de cuatro años, en ese sentido, tampoco la población tiene un elemento de juicio que de manera objetiva le sirva de insumo para medir el cumplimiento o no de las metas u objetivos anunciados en campaña; por ello, resulta exagerado y falto de seriedad que con gran pompa se presenten los primeros cien días de gestión como plazo suficiente para hacer balances definitivos y pronósticos sólidos (positivos o negativos).

Para concluir, considero que los eventos de los primeros cien días de gobierno no dejan de ser un aburridor recuento de funciones de las dependencias, anuncio de eventuales hechos futuros disfrazados de resultados presentes, proclama de buenas intenciones, usurpación de obras no gestionadas y la reiteración de que en estos primeros meses es muy rentable gobernar mirando el retrovisor.

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