Un señor gallero

Por: Hernán Baquero Bracho.
La cultura, entendida como el conjunto de manifestaciones de un pueblo, en tanto muestra sus maneras de pensar, sentir y actuar, constituye la esencia de la vida. A decir de Durkheim, no existe una colectividad sin cultura, como tampoco, una comunidad sin historia. Con seguridad, en la medida en que sepamos apreciar y valorar esa inmensa riqueza cultural, sembramos tolerancia en el alma y paz en el espíritu. El mundo de los gallos finos, desde tiempos inmemorables es sinónimo del templo de la amistad y eso no ha cambiado a través de la historia, hoy los galleros siguen vigentes en este deporte que mueve a cientos de cuerdas de todas las secciones del país y a personas de todas las clases sociales que convergen a las diferentes ferias gallísticas a mostrar toda la casta de buenos enrazadores de los mejores gallos de peleas que se dan en todas partes y de todas las áreas geográficas de la nación.

Quien no recuerda a galleros de antología que dejaron sus nombres inscritos en la inmortalidad de los plumíferos a nivel nacional e internacional: Enriquito Orozco, con su imbatible “mecedora” que le regaló Celso “Checho” Castro, gallo de tanta fama y que ganó tantos campeonatos a nivel nacional, y en una feria internacional en Sincelejo cayó abatido ante otro gallo famoso, llamado la “amistad” de la cría de Manuel Narciso Jiménez, que se lo había regalado a Álvaro Hernández Gómez; Humberto Gómez Tamara, con sus cuerda el picotazo, Alvarito Orozco, con su cuerda el guere-guere; Ángelo Monzón, unos de los mejores criadores de gallos de Puerto Rico con su gallera las palmas de Bayamón; de igual manera el gallero español José García de la Flor; tanto Monzón como García de la Flor vinieron en varias oportunidades a pelear gallos a la pico de oro de Barranquilla y en Sincelejo; sin olvidar a Don Vicente Caballero y a Pepe Caballero, Miguel Yanet, Lucas Monsalve, Carlos Guerra, Víctor Urueta Velilla, Gonzalo Martínez Ariza, Enrique Cohen, Gasparito Lubo, “El negro” Morón, José Orozco Gámez, Tomas Canopan Cabello, “Chelalo” Molina, Salomón Saab, “Kiko” Valdeblanquez, entre otros y de Saúl Brito, hoy en delicado estado de salud: todos ellos con estampa de galleros de los buenos y que rindieron culto a esa amistad en el deporte gallístico.

El mundo gallístico jamás podrá olvidar estampas de gallos de la talla de: el muñeca Arango, la mecedora, maracanazo, Moshe Dayan, tapaportillos, el bonito, medio pollo, el banderita, el tigre mono, el gran gallino, el rakan, el pepsi, el negro, la amistad, los amores de petrona, el Barranquilla, el pinto vallenato, el mote de queso, el cien mil, el gallino negro, tiro fijo, Marco malo y muchos otros, que le dieron lustre a la leyenda de los gallos finos en Colombia.

Hoy se continúa con esa tendencia de los mejores criadores de gallos finos, y la región Caribe sigue en alza en la calidad y bravura de esta competencia. Criadores famosos como: “Checho” Castro, Olimpo Oliver (hijo), “Bayo” Espinosa, Epimenio Guevara, Saúl Javier Brito, Beto Zabaleta, Jairo Durante, Augusto Villadiego, Darío Pavajeau, Andrés Ucros y su hijo pepo, Loretico Gómez, Moisés Campo, “tico” Aroca, los hermanos Lora, Juancho Escudero, Juancho Puerta, Carlos Loaiza, Juancho Daza, los hermanos Noguera, “chino” Sánchez, Jaime López, Genaro Pérez, los hermanos Chaín, William Montes, Isac Henríquez, Carlín Tinoco, hermanos Segrera, Nicolás Badrán, Germán González, Juancho Celedon, Hermes Figueroa, Enrique Solano, los hermanos Pichón, Rafael Zabaleta Romero, los hermanos Daza Amaya, Emilio Vence Zabaleta, Rafael Morón, Rodrigo Cuello, “Cali” Castro, el Turco Jalil, Manuel Julián Mazeneth, Dionfante Lubo, Augusto Orozco, “nandi” Lubo, Cesar Gómez, Guille Castro, Luis Emilio Alcocer, los hermanos Molina, los hermanos Restrepo, “el kaporo” Baquero, entre otros, que forman la pléyade de las mejores cuerdas de gallo de esta sección del país y quiero referirme especialmente a Julio Flores, con su cuerda “Los Gavilanes”; criador de gallos de Montería, de las mejores pluma por pluma en cualquier concentración gallística, quien esta mostrado y demostrado que tienen casta y cría de gallos de bravura sin igual, que tienen pico, fuerza y pegan con la espuela de manera singular. Tiene un inventario en su finca entre Cereté y Ciénaga de Oro de alrededor de 500 gallos, donde los selecciona y los somete a rigurosos exámenes de temple y bravura. Él sabe que los gallos finos son como los boxeadores. Después de someterlos a una disciplina rígida y controladas para poder lograr un buen rendimiento. Y luego exponerlos en las diferentes ferias gallísticas de la región Caribe y donde van sus gallos muestran toda la raza pura y toda la calidad de un gallo fino en plena actividad dando pico y espuela. Y es entonces cuando se escucha la voz de un señor gallero: “pica pollo… pica pollo… tira pollo… tu eres mío” y en casi todas las concentraciones sale airoso con su cuerda, que hoy es reconocida entre todos los galleros de nuestra región costeña.

Conocí a Julio Flores a través de nuestro amigo en común, “Poncho” Restrepo y puedo dar fe de que este gran gallero de la sabana, es ante todo un señor gallero en el sentido más estricto de la palabra. Su sencillez, su humildad, su carácter amable, su amistad sin igual en el deporte de los gallos, le dan este reconocimiento tan singular, que hacen de él un gallero elegante y respetuoso con el contendor, un gallero afable con todos sus colegas y un sentimiento del culto a la amistad que ya en La Guajira, tiene amigos especiales como: “Poncho” y Jacob Restrepo, Saúl Javier Brito, Cediel y Magalis Molina y los galleros de Valledupar que lo admiran y lo respetan por su gallos extraordinarios que tienen cría, son valientes y dignos de enfrentar en una noche de luna llena, llena de gritos y euforias por la bravura demostrada en la valla. Julio Flores, su hijo Pedro Octavio, su hija Neila Susana y su señora Yarmila Vergara (a todas las ferias va esta familia unida y no se sabe quien conoce más de gallos, si él, su señora o sus hijos. Así como le ha transmitido casta a sus crías, así ha transmitido conocimiento y verraquera a los suyos. ¡pa’ que más!) Merecen todos nuestros aplausos y nuestra admiración porque la cría de gallo fino continua en alza y nuestro dilecto amigo es un fiel representante de la gallardía de los buenos galleros que tiene la región Caribe. Que así sea.

13 Comentarios

Gracias por su comentario

  1. Felicitaciones Hernan baquero bracho por estas lineas del articulo que lleva como titulo un señor gallero, pero te recomiendo que para una proxima publicacion te invito a indagar sobre la realidad actual de los galleros de los barrios el cafetal, inclusive los que estan radicados en la parte rural que ellos realizan sus galleras alla en la "sierra", tambien los del centro, sanluis, jose galo, hormigueral, 11 de junio, floresta, union y 7 de agosto,te puedes dar cuenta en casi todos los barrios de villanueva encuentras un gallero con su cuerda disponible para dialogar de cria y de raza de gallo finos.

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  2. Papá HUMBERTO GOMEZ TAMARA, y a su Picotazo....; que recuerdos tan hermosos me dejo el viejo, un fuerte abrazo en la eternidad.

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  3. Excelente documento. Aunque me parece que debió incluir la pelea realizada, si no estoy mal, en el coliseo cubierto Humberto Perea de Barranquilla, allá por 1.965, entre los gallos "La Ballena" y "El Pipiripao", la cual dio pie para crónicas insertas en formatos individuales que se vendieron como pan caliente. De la misma grandeza que la efectuada entre "La Mecedora" y "La Amistad":!INOLVIDABLES!.

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  4. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  5. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  6. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  7. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  8. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  9. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  10. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  11. Excelente documento. Aunque creo que olvidó un evento que marcó hitos en las crónicas de gallería y riñas de gallos en la región Caribe: La pelea entre el Pipiripao y La Ballena, realizada, si no estoy mal, en el coliseo Humberto Perea de Barranquilla, alrededor de 1.965; la cual dio pie para la publicación de folletos que, en su época, se vendieron "como pan caliente".

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  12. Víctor Urueta Velilla, MD
    Fue de aquellos médicos y cirujanos, quizá el último de su generación, que hizo de la Medicina un ejercicio humanista y humanizante.

    Un largo, ponderado y noble quehacer científico que se soportaba en la generosidad sin condiciones ni prejuicios devenidos de clase social, de posición económica dominante o subordinada. O de una más sensible y excluyente, la de doctrina y credo político y religioso, de curso corriente todavía.
    Menos aún hizo Urueta Velilla de la Medicina, profesión de tradición en su familia, peldaño sobre el cual pudiera levantar, en desmedro de aquella, un patrimonio económico sólido que le permitiera vivir sin las afugias que alguna vez en la vida suelen acometernos a los hombres.
    O, apartarlo prematuramente de un hacer que él convirtió en responsabilidad social.
    Ni lo uno ni lo otro ocurrió. Y no porque el consagrado galeno o su familia no lo merecieran o no necesitaran de aquel estado de prosperidad y bienestar tan consustancial a la condición humana y al sentido práctico de la vida.
    Más allá, y quizá contrariando las coordenadas naturales prevalecientes entonces en el ámbito de su quehacer, su opción fue construir y consolidar un patrimonio, pero distinto del material y económico que las condiciones muy particulares de su profesión y oficio le ofrecían.
    Y a fe que Urueta Velilla alcanzó, y con creces y total libertad y autonomía, a conformar ese patrimonio con el que soñó y por el cual se esforzó hasta el postrimero día de su existencia, solo que convertible en valores que van más allá, perduran y pesan más que otros valores.
    Verbigracia, los que se truecan, venden y hasta alquilan hoy día en cualquier bazar. Y al peor postor, con tal que quien vaya a usufructuarlos los redima al más alto precio y en rutilas monedas tasados.
    Diferente de ese que sólo da para mancillar, intasable, fue el patrimonio forjado día tras día, en cada acción suya, por el médico Urueta Velilla: la moral, la ética, la solidaridad, el humanismo, la ciencia, el deber ser sin condiciones, he ahí lo construido y amasado por quien honró a carta cabal su parábola vital, su ejercicio profesional.
    Un caudal imposible de cuantificar, pero sí de heredar y compartir sin exclusiones. Y más allá de la familia, por el mayor número de sus coterráneos.
    Pero si como médico su vida fue ejemplar, no es menor su brillo como político; como hombre que conjugó en la praxis social y humanística su ideario de liberal integro, consagrado a los principios de una doctrina e ideas arraigadas en lo más hondo de la gen familiar.
    Acaso hoy sea de echar de menos que de liberales íntegros, honrados, transparentes, del talante de Urueta Velilla, el Partido Liberal adolezca.
    Y el colectivo social que somos también, pero nos alienta y convoca su ejemplo de vida para buscar la senda perdida, el camino que nunca debimos extraviar

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  13. Víctor Urueta Velilla, MD
    Fue de aquellos médicos y cirujanos, quizá el último de su generación, que hizo de la Medicina un ejercicio humanista y humanizante.

    Un largo, ponderado y noble quehacer científico que se soportaba en la generosidad sin condiciones ni prejuicios devenidos de clase social, de posición económica dominante o subordinada. O de una más sensible y excluyente, la de doctrina y credo político y religioso, de curso corriente todavía.
    Menos aún hizo Urueta Velilla de la Medicina, profesión de tradición en su familia, peldaño sobre el cual pudiera levantar, en desmedro de aquella, un patrimonio económico sólido que le permitiera vivir sin las afugias que alguna vez en la vida suelen acometernos a los hombres.
    O, apartarlo prematuramente de un hacer que él convirtió en responsabilidad social.
    Ni lo uno ni lo otro ocurrió. Y no porque el consagrado galeno o su familia no lo merecieran o no necesitaran de aquel estado de prosperidad y bienestar tan consustancial a la condición humana y al sentido práctico de la vida.
    Más allá, y quizá contrariando las coordenadas naturales prevalecientes entonces en el ámbito de su quehacer, su opción fue construir y consolidar un patrimonio, pero distinto del material y económico que las condiciones muy particulares de su profesión y oficio le ofrecían.
    Y a fe que Urueta Velilla alcanzó, y con creces y total libertad y autonomía, a conformar ese patrimonio con el que soñó y por el cual se esforzó hasta el postrimero día de su existencia, solo que convertible en valores que van más allá, perduran y pesan más que otros valores.
    Verbigracia, los que se truecan, venden y hasta alquilan hoy día en cualquier bazar. Y al peor postor, con tal que quien vaya a usufructuarlos los redima al más alto precio y en rutilas monedas tasados.
    Diferente de ese que sólo da para mancillar, intasable, fue el patrimonio forjado día tras día, en cada acción suya, por el médico Urueta Velilla: la moral, la ética, la solidaridad, el humanismo, la ciencia, el deber ser sin condiciones, he ahí lo construido y amasado por quien honró a carta cabal su parábola vital, su ejercicio profesional.
    Un caudal imposible de cuantificar, pero sí de heredar y compartir sin exclusiones. Y más allá de la familia, por el mayor número de sus coterráneos.
    Pero si como médico su vida fue ejemplar, no es menor su brillo como político; como hombre que conjugó en la praxis social y humanística su ideario de liberal integro, consagrado a los principios de una doctrina e ideas arraigadas en lo más hondo de la gen familiar.
    Acaso hoy sea de echar de menos que de liberales íntegros, honrados, transparentes, del talante de Urueta Velilla, el Partido Liberal adolezca.
    Y el colectivo social que somos también, pero nos alienta y convoca su ejemplo de vida para buscar la senda perdida, el camino que nunca debimos extraviar

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